sábado, 11 de agosto de 2012

Encuentro de dos tripulantes de alas musgosas



Solamente es un soplo más húmedo que el
            llanto,
un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose.
Pablo Neruda

El silencio traspasa el espejo que se suspende en el movimiento de tus labios
y tus senos se precipitan a la tierra como péndulos atestados de vida,
en húmedos vaivenes que entorpecen el paso del tiempo,
como la aguja de un reloj trabado en la misma historia de siempre.

Tu lengua atraviesa el camino pedregoso
y se posa sobre tu mentón agudo,
saboreando el jadeo de su boca,
degustando la brisa nocturna.

Las guindas bajo las colinas ruedan ante las agitaciones,
la tierra abre paso a la carne moribunda,
media luna reposa en un manto de alfileres de cabeza redonda
iluminando aquel valle donde transitaban los días,
resucitando el deseo de tus venas roñosas que alinean el paso de la sangre.

No hay murmullos en la calle,
los pájaros silentes yacen en las ramas de un árbol desnudo,
aguardan los gritos en la primera esquina
y el cielo clama el efluvio de tu boca,
mientras un centenar de hormigas cargan hojas de otoño
para cobijarse en las sombras de tus dedos de plata.

Dos cabezas flotan en aguas desiertas,
intentando abrir sus mandíbulas ante la deshidratación del alma
Como hollejos de uvas rememorando la vendimia pasada,
dos cuerpos aplastados por cardúmenes de lágrimas,
recuerdos insanos de un amor baldío,
estropeado por insultos y segregaciones.

Tus piernas largas se desvanecen en la niebla,
sus brazos intentan abrazar el viento.
Un perdón recurrente florece sobre cerros de huesos quebrados
que aguardan entre las cenizas de cartas selladas con una saliva espesa.

El roce de dos ombligos,
nueces recién masticadas,
regurgitando,
hasta friccionarse en un manto de escamas añejas

El rojo se sobrepone al blanco desteñido
en murallas rasguñadas por el pasar de los años,
fluye como el agua de un río desbordado,
ahí donde flota el aceite de dos cuerpos
para penetrar, sin limitaciones,
carcomiendo las grietas de dos ventanales
testigos de los momentos.

El viento sopla más fuerte,
el cielo escupe trozos de hielo.
la carne aclama a la carne en su ermitaña angustia.
Abren sus ojos inmortalizando las horas,
sus pupilas dan paso a la muerte
y un pequeño gemido irrumpe en la habitación ya desierta,
despedida a un mundo devastado,
a una relación inversa,
a un barco de dos tripulantes sin rumbo.

La tierra sigue girando,
las nubes se ordenan
esperando la incrustación de las piedras en la tierra,
el polvo se mezcla con dos cráneos vacíos,
miseria obtusa abandonada en la montaña.

Medusas emergen desde un lago de espuma rosada…


Tefi Valdés

jueves, 31 de mayo de 2012

Y le ataron las manos...


Muere la locura abandonada en los barrotes
Y los sesos crujen en el lago muerto
Donde las aguas del musgo torturado
Trituran el eco de los silencios
La gallina espía poniendo un huevo quebrado
En la orilla de la playa donde las sombras abundan

La locura se esconde en cuatro murallas de goma
Resucitando los miedos de los autómatas
Que caminan en fila hacia el acantilado
Con las uñas rasguñando sus riñones
Y una bolsa de documentos
Autorizando la desdicha

La locura no teme a los golpes
Vuela sin precipitarse
Camina por las verdades
Se pasea por los juicios
Se hace presente en los sabios
Escupiendo a la torpeza

La locura viste de blanco
No necesita manos ni tiempo
Las críticas fortalecen sus raíces
Las miradas abundan en la ciudad de los muertos
Donde el gris cubre los cielos deprimidos
Y el exceso de sal retiene los vómitos

Tefi Valdés

Donde se cierran las flores


Donde se cierran las flores
Ella guarda semillas de invierno
El sonido del viento le ahuyenta las sombras
Mientras de a uno y dos, dos pasos
Se adelanta al lodo misterioso

Donde se cierran sus puños
Cae la noche dormida
La luna agotada, blanca y mascada
Mezquina de brillos, carente de alma
Estrangulando el reflejo de su cuerpo en la tierra

Donde se cierran sus ojos
Cae el sueño temblando
Caen los miedos, los deseos lineales
Y las flores…
Las flores se retuercen en su puño
Buscando la última gota de sol en la sombra

Donde se cierra el camino
El cerco alto se impone a la verde montaña
Compiten por alcanzar el cielo
Por bajar las escamas de un ángel
A la tierra seca

Tefi Valdés

viernes, 4 de mayo de 2012

La luna sobre la cerca


Sola está ceñida en la noche
Sola marcha
Sola viene
Y en el abismo se contiene
Porque recuerda su voz
Sus pestañas inmóviles
Lo inerte
Lo oscilante
Los árboles corren a su lado
El río se hacina en sus ojos
Para caer al piso rozando sus pálidos dedos
Ante las preguntas del viento
Detiene sus pasos
Porque sola está ceñida en la noche
Sola marcha
Sola viene
Pero su velada alma la contiene
En un balde de artimañas
De interrogantes sin respuestas
Del hilo que enrolló al hombre
De la vida que despierta
Ella mira las nubes
Inquiriendo su existencia
Ahí donde no hay nada
Porque sola está ceñida en la noche
Sola marcha
Sola viene
El silencio la contiene
La mitiga
La fatiga
En lo inerte
En lo oscilante
Cae al piso para obstruir su mirada
Percibe el sonido de su sangre
Procura la vida
Porque sola estaba ceñida en la noche
Sola marchaba
Sola venía
Nadie la contuvo
Nadie la tuvo
Nadie la amó

Agonía en frecuencia


Oscila el viento acanalando los espacios
Perecen las rocas inmóviles al susurro
La arena se estremece ante el agua
Intensa fuerza desciende
como un dios furioso que aplaca al bizarro.
Desolla, carcome, mastica y escupe.
Agonía en frecuencia.
Ante los golpes
salpica la sangre,
vuela en fragmentos al rostro del pobre,
y se escuchan las risas
del gobernante a lo lejos,
retorcido en terciopelo negro
busca la sombra de su muerte,
mientras se ampara en el destello del oro.
Sus bolsillos pesan toneladas
Afuera cavan tumbas de hambre
Sus cabellos mutan a blanco por momentos
Sus cejas se levantan
Sus labios imponen
Sus manos determinan
Y los otros…
Esos otros obedecen
en la miseria titilante del desconsuelo

viernes, 30 de marzo de 2012

Sabor a muerte


No mastico el sabor a muerte,
el sabor a sangre descompuesta,
a cadáver nauseabundo
que inmortaliza el dolor,
el sufrimiento y la agonía
en el lúgubre cuarto de almas condenadas,
aquellas que azotan la inocencia
de quienes temen a su puño y su puñal
...Y luego los cargan,
para ser triturados por mandíbulas obtusas
que cerraron los ojos para saciar el crujir de sus tripas
autorizados por la hipocresía para pasear a sus mascotas.

jueves, 19 de enero de 2012

Injustamuerte

Usted se preguntará:
¿por qué calles deambula la muerte?
cuándo tantos yacen en los escombros
y se astillan los huesos para alcanzarla.

La muerte indiferente se pasea,
omite comentarios,
difumina la lástima
y en lo inesperado
detona el llanto,
las mareas de gritos,
el dolor descarnado,
de quien no la espera.

viernes, 23 de diciembre de 2011

ENCUENTRO

Se asoma la noche
iluminando las escamas del pavimento.
Sus pasos van creciendo,
el tamaño de sus vísceras disminuye al verla.
Entre contorsiones y espasmos,
se hace presente la luna,
testigo de los silencios;
aquellos que se trasponen
y perpetúan el tiempo.
Nadie opina,
todos yacen en sus propias tumbas.
La sangre no se detiene,
circula,
mientras sus venas
 se agitan
ante la inmolación del alma.

jueves, 1 de diciembre de 2011

INSTRUCCIONES PARA VIVIR MÁS AÑOS

¡Precaución!
con las mujeres y los hombres,
con el placer y la carne,
con el aceite, la sal y las comidas grasas,
con asaltantes, policías y políticos,
con el amor y con el odio 
con las dudas,
con el prójimo,
con las intersecciones ,
con lo lineal y lo alterno,
con la confianza,
con calles y avenidas,
con olvidar las llaves,
con comer a deshora,
con insultar al vecino,
con caminar descalzo,
con las verduras sin lavar,
con las celebraciones,
con navidades y años nuevos (siempre hay accidentes)
con los niños,
con sus padres,
sus abuelos,
parientes cercanos y lejanos,
con sus propios amigos (evítelos)
con la abundancia,
con la miseria y el exceso.
Evite el rock and roll en todas sus variantes,
no se detenga a observar por más de dos minutos un elemento abstracto
y siga las instrucciones;
ante cualquier omisión,
virus, bacterias o cáncer,
se expandirán por su cuerpo sin clemencia.

Crea y aférrese ciégamente a la iglesia,
a cualquiera (los pecados son los mismos)
para que sea absuelto,
rápida y efectivamente,
de los daños causados a otros.
Expulse de su cabeza las tildes
y las frases largas,
mientras menos tiempo consagre al lenguaje
más saliva conservará para su vejez;
de modo, que cuando la expulse de su boca (elástica y paulatinamente),
a los ochenta y nueve años,
conseguirá una serie de beneficios por lástima.

Insisto, ¡tenga precaución!
al quedarse dormido (quizá no despierte)
al hervir agua,
al salir de su casa
y al devolverse.
Eluda toda conversación fortuita 
y obedezca, siempre obedezca,
no opine (los que decretan viven menos)
sólo asienta con la cabeza
y obedezca.

Evite las encuestas,
los momentos agradables e ingratos;
simplemente exista
y no se culpe,
no se culpe por nada,
mire su reloj
y siga avanzando.

Para concluir, tenga una excesiva precaución:
con las putas
con las puritanas,
con charlatanes, brujas y chamanes,
con monjas y curas,
con profetas y discípulos.
con los alcaloides,
con infusiones dudosas,
con lo inmaculado, lo inerte, lo mediocre y lo implacable,
con órdenes  y cumplidos,
con fechas y matrimonios,
con el humor y el sarcasmo.

Si fue precavido, tenga en cuenta este proceso:
al momento de cortar su lengua,
desplace  –súbitamente –  sus pies hacia el abismo;
cuando caiga,
no grite,
no se asuste,
si muere con miedo,
se disolverá en el acto.
Ni siquiera intente
quebrar su tráquea para simular el salto,
la oscilación de su cuerpo,
sólo detonará confusión y desconsuelo en su entorno.

Espere, limítese a esperar,
y no se impaciente,
a medida que avanza,
divisará la fosa.



Tefi Valdés

miércoles, 23 de noviembre de 2011

NOS ACOMPAÑA EL SILENCIO



Me preguntó tres veces por dónde pasaba el autobús hacia Concepción. Sin embargo, lo he visto pasearse una y otra vez como si no hubiese entendido ninguna de mis instrucciones. Tiene un aspecto tan curioso, es más alto que cualquiera de los tipos del pueblo, ese pelo negro tan largo y sus rasgos que provienen de un lugar ignorado.  Sus dedos son delgados, quizá es pianista, pero su aspecto no es de pianista, ni siquiera de los turistas que pasan semanalmente por acá, su aspecto es de un aventurero misterioso, su nariz no tiene nada de gringa y menos sus ojos oscuros, casi negros, penetrantes. La primera vez que vino a preguntar por dónde pasaba el bus, me miró la panza y luego los ojos, pero insistió en la panza para hacer sus preguntas y en mis labios para escucharlas. Quizá es sordo. Observé atenta sus movimientos, pero no pude aguantar la curiosidad de saber quién era y por qué luego de tres intentos permanecía inmóvil en el mismo lugar, sin avanzar a donde le dije. Salí de la consulta y me acerqué por su espalda, le toqué el hombro, él volteó asustado, pero una vez que vio mi rostro sonrió. Tenía una sonrisa tan blanca, tan brillante, una sonrisa que transmitía cierto estado de paz. Me quedé pasmada, hasta que vi sus ojos de cerca, le pegaba el sol en la cara, parecía que sus pupilas no existían, se perdían en la profundidad de sus ojos.  Un tanto nerviosa, le pregunté si había entendido mis indicaciones. Su sí, fue acompañado por un leve movimiento de cabeza y desvió su mirada hacia la carretera. Insistí en que si tenía dudas podía anotarle las indicaciones en un papel y que el paradero del autobús estaba a un kilómetro de ahí. Él sólo me miró y, nuevamente con una sonrisa, agradeció mi preocupación. Le comenté que trabajaba en la consulta médica donde me  había encontrado, que si pretendía pasar la noche en el pueblo podía ir a buscarme más tarde y lo podría acompañar a una buena pensión. Con un silencio intimidante me asintió con la cabeza. Me despedí y regresé al trabajo. Me parecía un tipo extraño. Sin duda comprendía lo que le decía, pero ni siquiera me hablaba. ¿Para qué me preguntó si después se quedó ahí parado? ¿qué sentido tenía haber ido tres veces a la consulta a preguntarme por un autobús que nunca tomaría?. Quizá había cambiado de planes. La verdad es que ya había pasado la tarde pensando en qué carajo hacía ese tipo ahí, sentado al sol, observando inmóvil como pasaban las horas. No me podía acercar nuevamente, algo podía pasar por su cabeza, quizá había tenido problemas, tal vez estaba escapando de alguien, pero alguien que escapa no se detiene en un camino a observar como el sol se va escondiendo en las montañas. Preferí prepararme un café y esperar a ver qué pasaría con él durante la tarde, a dónde iría.

Eran las ocho cuarenta y cinco, ya era hora de cerrar para regresar a casa. El tipo ya no estaba sentado, lo busqué circundando con la mirada y había desaparecido. Pensé en todas las ideas que a lo largo de la tarde habían pasado por mi cabeza y no me quedó más que reír. Qué hombre tan curioso, debió haber esperado una llamada y, sin duda, se fue cuando la recibió.  En ese momento, yo debí haber ido a prepararme un café, luego llegó Doña Clara, al rato María, José, Pablo y Alfredo; claro, en todo ese rato el tipo tomó sus cosas y partió. Iba a Concepción. Cerré el local y me subí al auto, prendí la radio para escuchar lo de siempre: Pablo Santibáñez y sus tardes de pasiones amorosas, cómo me reía con esas historias, todos los días algo diferente, las mayores barbaridades salían por los parlantes. Curiosamente, a unas pocas cuadras del local el tipo nuevamente vino a mi cabeza, me apenaba que se quedara tirado en el pueblo sin saber a dónde ir. Yo andaba en el auto, no me era difícil darme una vuelta por el sector y ver si estaba por ahí. Partí hacia la carretera para ver si podía encontrarlo en la parada del autobús a Concepción, pasaba tres veces al día y con todo lo que estuvo sentado quizá no lo había alcanzado. Me fui despacio, pero el vacío era conmovedor, no había nada, nadie, todo vacío. Seguí hasta llegar a la parada, pero no había nada. Que tipo raro, dónde carajo se había ido en ese tiempo. Y yo haciéndome tanta pregunta de un muchacho que ni siquiera conozco. A veces cuestiono mi sensibilidad con las personas. Tengo la hospitalidad tan añadida que he tenido problemas, confiar en la gente a veces no es bueno, pero yo puedo oler la necesidad, puedo oler el alma de las personas. Mi abuela me enseñó a oler el alma de la gente y me resulta. Siempre que viene alguien a casa o a la consulta, percibo ese aroma a vida o a muerte.  Este chico tenía aroma a vida, pero intenso, más allá de que sólo masticara las palabras,  tenía la vitalidad en su sonrisa. ¿Qué le habrá pasado? No se veía un chico malo, ni con temores, ni cuestionamientos. Tampoco se veía perdido. Mientras pensaba, a lo lejos, divisé una silueta, me parecía que era él que caminaba por la berma. Comencé a acercarme despacio y sí, era él, de cerca su silueta y su pelo inconfundible. Le toqué la bocina.

-¡Hola!, le dije
-Me miró y sonrió.
-¡Sube! ¿No alcanzaste el autobús? Le pregunté
-No, no alcancé. Me respondió.

Cuando escuché sus palabras, quedé atónita, me había respondido más de una sílaba. Hasta emocionada le abrí la puerta y le insistí para que subiera. Subió, sonriendo, se sentó a mi lado.

-¿Por qué eres tan callado?
-No pasa nada. Respondió.
-Sé que no pasa nada, pero eres de pocas palabras. Me reí.
-Sí, un poco.
-¿De dónde eres?
-De Irán.
-¿De Irán?
-Sí, de Irán
-¿Y qué haces acá?
-¿Una persona de Irán no puede viajar a Chile? Preguntó.
-Me reí a carcajadas.  Claro que puede, pero no deja de ser extraño.
-¿Por qué?
-Porque acá llegan más gringos, ¿sabes lo que son gringos?
-Sí, yanquis.
-No, gringos, los rubios, altos. Los que no se parecen a ti.
-Entre carcajadas sonrió, sin responder nada.
-¿A dónde vas?
-No lo sé.
-¿Cómo no sabes? Hoy ibas a Concepción.
-Sí, pero ya no. Sonrió nuevamente.
-¿Y ahora? ¿Qué harás?
-No sé, caminaba, a ver si conseguía algún transporte para llegar a otro pueblo.
-Ya es tarde, te puede pasar algo. Chile no es como Irán.
-Irán es peligroso también.
-No, pero más peligroso que acá no creo. Acá se nos fue de las manos.
-Puede ser. El chico miró por la ventana hacia afuera.
-Mira, te puedo ofrecer mi casa. Es tarde, no sé si Doña Marta tenga espacio en su pensión. Hoy vi un grupo de jovencitos mormones que pasaron por la mañana y quizás le ocuparon todos los cuartos. Mi casa es grande, estoy sola, no creo que sea un inconveniente. Puedes comer algo y te puedo pasar un cuarto para que duermas.
-No, no, no se preocupe.
-No me trates como una señora, tutéame.
-¿Tutéame?
-Sí.  ¡No señora! ¡Yo soy joven!
-Sonrió. Si, si, muy joven y guapa.

La mujer sonrojada sonrió.

-No me digas eso, mira que soy tímida.

El tipo sonrió también y la miró a los ojos.  La mujer muy nerviosa continuó manejando y subió el volumen de la radio.

-¿Aceptarás ir a casa? Preguntó.
-Aceptaré.
-¿Aceptas?
-Sí.
-Muy bien, estarás en casa, bien cuidado, mañana puedes irte o si quieres te puedes quedar un par de días más. El pueblo es muy bonito, sobre todo para el lado de la montaña, hay varios riachuelos y se pueden ver animales. A mi marido le gusta ir para allá, él te llevaría encantado, pero ahora no está en casa, tuvo que viajar por cuestiones de trabajo.
-No te preocupes, mañana puedo partir. Gracias.
-¿Estás embarazada no?
-Sí.
-¿Cuántos meses tienes?
-Tres.
-Ah, poquito.
-Si, poquito, pero está todo bien.
-¿Es el primer hijo?
-Sí, mi primer hijo.
-Felicidades.
-Gracias.

Ya era de noche cuando llegaron a la cabaña a un costado del lago, lleno de inmensos árboles que filtraban el reflejo de la luna.

-¡Qué hermoso lugar! Exclamó el iraní.
-¿Te gusta?
-Sí, ¡es hermoso!
-Si, es un lugar muy lindo, tranquilo. Está un poco alejado del pueblo, pero en realidad, con mi marido siempre nos gustó la soledad, este lugar tiene esa magia, ese silencio profundo que sólo te permite descansar.
-Es un hermoso lugar. Insistió el iraní.
-¿Cómo te llamas? Preguntó la mujer.
-Roham
-¿Roham? Qué nombres raros que tienen ustedes. Sonrió.
-Tú, ¿cómo te llamas?
-Inés.
-Inés, suena bien.
-¿Te gusta?
-Sí, me gusta.
La mujer se sonrojó nuevamente.
-Voy a preparar algo de comer, ¿te parece si entramos?
-Sí, claro.

Yo lo miraba y lo miraba, y cada vez me sorprendía más. Del silencio, pasó a ser un tipo tan cordial y amable, que me encontraba totalmente desconcertada. Finalmente preparó él la comida, me sirvió café, ordenó un par de cosas. Yo sólo observaba desde mi silla, preguntándome ¿qué había oculto dentro de él?, ¿por qué esa soledad diurna y esta amabilidad nocturna? ¿Sería el agradecimiento por acogerlo? No podía olerlo.  

-Inés, te molesta si salgo un rato a dar un paseo?
-¿Un paseo? ¿A esta hora?
-Son las diez y treinta, no es tarde
-No, no es tarde, pero acá no hay mucha luz, es bosque.
-Quiero dar un paseo, no le temo a la oscuridad. Sonrió.
La mujer sonrió.
-Bueno, te pasaré una linterna para que veas el camino. No te alejes mucho.
-No te preocupes. Respondió el iraní.

          Abrió la puerta y salió, debe haber quedado maravillado por el lugar. El tipo es extraño, pero ya está en casa, tampoco lo puedo echar. Traté de no darle más vueltas al asunto y me fui al patio a tender la ropa húmeda que había dejado en la mañana. Al cabo de una hora, yo ya había regresado a casa y estaba leyendo en el sofá, cuando empezaron a golpear la puerta con insistencia. Un escalofrío me recorrió la espalda. Otra vez sonó la puerta, pero ahora golpeaban más fuerte. No sabía si abrir o no, sentí una angustia que me apretó las tripas.

-¿Quién es? Pregunté.
-Señora, soy yo, Domingo.
-Ya abro. Le respondí.
-Abrí la puerta y era Domingo, el arriero, venía empapado.
-¿Qué te pasó Domingo?
-Encontré a un hombre, está herido.
-¡Santo Dios! ¿Dónde está?
-Lo encontré en la cruz de roble, al lado del lago. Lo traje en mi caballo.
-¡Tráelo! ¡Rápido! Le dije.
-Sí, espere.

         Bajó al hombre del caballo. Era Roham, estaba sangrando, tenía un golpe en la cabeza.

-¡Roham! Exclamé.
-¿Lo conoce? Me preguntó Domingo.
-Sí, claro que lo conozco.
-¿De dónde lo conoce?
-Es una historia larga, pero lo traje a casa, es un buen chico, no tenía donde pasar la noche.
-Señora, no debería confiarse de desconocidos.
-Es un buen chico, créeme. ¡Mierda! ¿Qué le hicieron? Esto está horrible.
El tipo tenía varias heridas. Toda su cara estaba cubierta de sangre, estaba inconsciente. Lo revisamos junto a Domingo, pero sólo eran golpes en la cabeza, como si alguien le hubiese pegado.
-Esto no fue un animal. Señalé las heridas a Domingo.
-No señora, esos son golpes. Alguien le pegó en la cabeza.
-¿Y quién le pudo pegar en la cabeza a esta hora? Acá no anda nadie.
-No lo sé señora, pero al tipo le pegaron, mírelo, tiene astillada la frente, le deben haber pegado con un trozo de madera.
-No entiendo nada.
-Menos yo señora, pero ¿recuerda al inglés ese? El que encontramos en el lago hace unos meses.
-Sí, sí recuerdo. No entiendo que pasa en este lugar. Hace algún tiempo están sucediendo cosas raras y nadie hace nada.
-¿Es que quién va a denunciar aquí? Nadie se hace cargo de lo que pasa, por suerte a este tipo lo encontré yo, nadie lo hubiese recogido. El silencio de las noches ha insensibilizado a la gente.
-Domingo, no te preocupes, yo voy a revisar a este chico, debe haber quedado aturdido por el golpe, pero se pondrá bien.
-Sí, de seguro señora, se pondrá bien. Todavía respira, así que debe estar medio aturdido nada más. Tenga cuidado, ¿no prefiere que me quede?
-No Domingo, todo está bien. Déjalo acá.

Domingo salió de casa y se fue.  Me acerqué al chico y miré sus heridas, fui a la habitación y preparé una dosis. Le inyecté un barbitúrico, así no se despertaría por un buen rato más y entonces podría limpiar su rostro tranquila, curar su cabeza herida.

En momentos como este, me pregunto: ¿cómo llegamos a esto?, ¿cómo desvirtuamos nuestras almas para condenarnos sin estremecernos ante otro? La vida otorga las opciones, uno decide.  Cuando estás inmerso tratas de retroceder y tal vez, haber optado por una vida más liviana y trivial. He dedicado parte de mi existencia a esto, vivo bien, pero incesantemente mi cabeza se pregunta: ¿qué hago acá?, ¿por qué te acompaño Gabriel?, ¿es mi amor tan grande para escoltarte al infierno? Oscureces todo a tu paso, pero a mí me has iluminado, me has iluminado cuando todo estaba vacío y lúgubre.

El chico ya estaba curado, sus heridas ya estaban suturadas y su rostro estaba limpio. Aún dormía, lo subí al auto y emprendí el regreso al pueblo. La soledad del camino siempre me ataca, espera la reversa de la vida. El silencio me aturde. Llegas hoy a casa y todo está listo para ti. Te esperamos, nuestro hijo palpita al verte  y yo me hundo en tus brazos.

Frente al mismo lugar donde lo había encontrado, lo bajé despacio, con mi ínfima fuerza, cayó al piso de golpe. Lo hice a un lado del camino, subí al auto y me saqué los guantes, los tiré sobre el tablero, retrocedí para acelerar y golpear su pierna. Volví a retroceder, faltaban sólo minutos para que abriera los ojos, nuevamente abalancé el auto sobre su pierna, esta vez la rueda se posó sobre su rodilla que con un crujido dio la señal de partida. Ahí emprendí el regreso a casa, en la oscuridad quedó tendido, abusado, inerte. Pobre inocente crédulo. Por eso nunca he confiado en la gente, porque huelo sus almas.  

Llegué a casa, Gabriel ya había llegado.
-¡Amor!
-Hola mi amor.
-¿Dónde está?
-En el refrigerador.
-Lo guardaste como te dije.
-Sí, está envasado.
-Nunca has errado, tu perfección me deslumbra. Tu capacidad de trabajar sola. Si todas las mujeres fuesen como tú, si con esa valentía enfrentaran el mundo, créeme que estaríamos bastante mejor.
-Estoy cansada.
-Ve a dormir. Mañana en la mañana debo partir al hospital con el encargo.
-¿Ya está todo convenido?
-Sí, todo hablado, no hay problema. Necesito otro para la próxima semana.
-Veré si encuentro a alguien en la consulta.
-No te involucres con gente de acá, podrían encontrarnos.
-No te preocupes amor. Me iré a dormir. Buenas noches.
-Buenas noches. ¡Oye amor! ¿Y el tipo?
-Lo dejé en la carretera.
-Perfecto. Te quiero.
-Y yo a ti.

Esa noche fue diferente, en mi cuarto me sentí vacía, quizás erré al buscarlo a él, algo removió en mi conciencia. Pagó con un riñón su confianza. El dinero sucio llega a mis manos, mientras el desconsuelo llegará a su vida. Lo siento, porque pude oler tu alma buena.


Tefi Valdés

sábado, 19 de noviembre de 2011

ALMAS, RUIDOS Y NOCHES CIRCULARES

Circunvalando la noche,
corrompe
     el vacío con su cuerpo,
golpea
sus pies
  sobre la tierra,
la agrieta
     y se propaga,

como venas
         que estallan en sus ojos.


La ventana 
                   se cierra
cercando
    el silencio,
toca
        a la puerta
  el  susurro de la noche.
A coro
 cruje la madera
    vieja,
como invocando el ritual
    de las nubes sombrías
imperadas
         por la verrugosa luna
que se posa
                    en lo ilimitado.


Ella se sienta
                     en el suelo
y se hunde
                  se funde
                                con él.



Tefi Valdés

viernes, 30 de septiembre de 2011

COSTUMBRE

Costumbre,
le llaman costumbre:
al abandono del alma,
a la inmolación del tiempo,
a las vidas áridas,
a los momentos agrios,
que mugen
y  se mastican,
en lo cargante
y no saben a nada,
sólo huelen a estiércol
y los pisas,
esos momentos los pisas,
mientras se te tuercen las piernas
porque están laxos
para recibirte
con su textura,
con su sonido a muerte;
mientras detenido,
inerte,
sin ojos,
sin boca,
sin opiniones ni muelas,
te van crujiendo los huesos,
porque ha pasado el tiempo
y sin mirar el reloj,
la clavícula
ya te toca las rodillas.

Costumbre,
de que estés acostumbrado
a oler el mismo cuarto,
a desgastar la misma piel,
pensando
que las cosas mutaban,
que los días cambiaban,
que las sombras buscaban
un sol diferente,
que no se inmiscuían en la noche
donde el vacío era un amigo,
un confidente;
mientras la monotonía
cooperaba por momentos
ornamentando el tiempo,
pavimentado la vida,
defecando el hallarse
para que pases tus años
en una urna nocturna
siendo una fotocopia diurna
que agota la tinta
de tus propias venas podridas.



Tefi Valdés

miércoles, 28 de septiembre de 2011

ODA AL AMIGO

Vuélvete como nunca junto a tu sombra.
Raúl Garduño


ODA AL AMIGO

En una sopa de huesos
deambulantes,
te he encontrado
amigo,
compañero,
siempre bienvenido
sin precariedades.
El que espera,
comprende
y acompaña
cada minuto,
cada instante
con una palabra.

Gélido en el tiempo,
no te desvaneces
ni pereces,
nunca decaes
y en los instantes
cuando hay dolor
apareces
inmerso en la bruma.

Difuminado en las esquinas
y entre la lluvia,
junto a la hierba
rodando por los montes,
hablando,
reitero, hablando
al oído,
frente a frente,
entre dos copas
entre una mesa.

Ausentándose en momentos
superfluos
y divagamos en la tierra
para luego atender
cuando nuestros cráneos
se reúnen,
siempre
escuchando.

Ese amigo
invariable
que se mostró sin primicia,
sin saber si me buscaba
o lo busqué,
si me encontró
entre el vacío de las calles,
entre escombros
mezclado con sonidos
o en silencio,
sentado,
de pie,
tal vez fue un accidente,
prefiero el privilegio,
si lo enviaron
o me enviaron a su encuentro,
sin saber si moriremos juntos,
si me iré antes que él
para no extrañarle
en mi egoísmo
insensato
y aunque me vaya estaré
y aunque no estés
estás
más allá del reloj titilante,
de innumerables momentos
sonriendo 
y perdonando,
corrigiendo mis pasos
aplaudiendo mis torpezas,
en borracheras,
en familia
contigo estoy
y tu conmigo irás
irás
siempre irás,
porque existes
en lo profundo
como un mar de azul intenso,
con matices de flores
con reflejos del cielo
en lo infinito
donde las luciérnagas no brillan
porque no existen
en ese lugar donde el agua no transita
nosotros perpetuamos 
nuestras almas
y bajo llaves de acero
se cobijan con silencios
los secretos más oscuros
que retuvimos.




Tefi Valdés

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El funeral de la palabra

Estando todos sentados bajo el alero de la ignorancia,
el silencio invadía el vacío de los libros.
Sin mayor mesura se diluían los debates,
enterrando el fundamento al son de las campanas.

Estando todos de acuerdo en lo intratable,
el tirano celebraba la expulsión de las palabras
que observaban los rostros macilentos
de una sociedad deshabitada.

Ante una mesa sin banquete,
ante cerebros macerados,
ante vocablos impenetrables
que fueron testigos de la historia.
Ante la deshonra de los párrafos,
ante la difamación de las frases,
la demagogia esclaviza a la redundancia.

Estando todos inmiscuidos en la insuficiencia,
harapientos enfrentaron el pensar de otros,
plagiando sus formas y modos,
fusilando el último vocablo en el aire.


Tefi Valdés

Por un instante

Mientras el tiempo desfile apresurado
y los pájaros entonen himnos a las flores,
mientras las hojas broten de los tallos
y las abejas se vistan de amarillo.

Mientras el viento enfríe mis orejas
y mis pupilas se dilaten ante el brillo del sol,
mientras el cielo recepcione mis palabras
y entre nubes las traslade a otro hemisferio.

Mientras la tierra acoja mis sollozos
y mis pasos cargados de injusticias,
mientras la vida sea el único camino posible
ante las carcajadas de la muerte.

Mientras yo exista y tú estés en algún lugar...
No habrá nada que detenga la sangre,
la vibración de mis venas,
la intensidad de mis latidos,
el desprendimiento del deseo
que viaja de manera indescriptible hacia tus manos.


Tefi Valdés